COPÁN. EL MISTERIO DE LOS MUDRAS
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el parque arqueológico de COPÁN, en Honduras, es una impresionante muestra de la grandiosidad de la civilización maya. La visita a este antiguo centro ceremonial meroamericano deja en el viajero la sensación de estar entrando en un mundo TAN HERMOSO COMO MISTERIOSO.
Una intensa lluvia azotaba las ruinas de Copán. La cola de la tormenta tropical Alma me había perseguido durante las seis largas horas de viaje que separan San Pedro Sula de la llamada “Atenas Maya”, en Honduras, y me obligó a refugiarme en el interior del Museo de las Esculturas. Ahora creo que no fue por casualidad. Atravesé el largo túnel que conduce al interior del recinto y me sobrecogí al descubrir al otro lado una reproducción, a tamaño real, del templo de Rosalila, un edificio de 14 metros de alto, ricamente decorado y pintado en colores rojo, verde y amarillo que fue descubierto en 1989 en medio de la selva, bajo otras construcciones mayas. Frente a él, también calado por el agua, me esperaba Antonio Ríos Aguilar, uno de los más expertos guías del complejo arqueológico que trabaja codo con codo con los historiadores que tratan de desvelar en la actualidad los secretos de esta ciudad maya. Juntos recorrimos los pasillos del museo observando el famoso Altar Q así como algunas de las más famosas estelas Copán, entre ella la del rey 18-Conejo. Fue entonces cuando reparé en algo sorprendente. Los rasgos del famoso rey maya eran ¡orientales! Diría más, chinos. Pero, ¿podían los chinos haber viajado a América antes que Colón y dejado su impronta en esas latitudes?
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INTERCAMBIOS CULTURALES
En la segunda planta del museo hallaría alguna que otra clave que reforzaría mi intuición. Varias figuras esculpidas en los frisos de los edificios copanecos mostraban a los reyes con unas extrañas posiciones en las manos.
¡Parecen mudras! –exclamé.
En efecto –me explica Antonio–, los mayas practicaban la meditación y muchas de las estelas que verás a continuación muestran posiciones de las manos en esa actitud.
Los mudras son sencillos gestos corporales, empleados generalmente en el Hatha-Yoga, pero, también, en otros tipos de meditación, que tienen por objeto canalizar adecuadamente la energía a través de nuestro cuerpo. Aunque su origen no está claro, las primeras referencias escritas a estos gestos se hallan en el contexto budista. Eran empleados en ceremonias secretas dentro de los ritos del Budismo Tántrico Tibetano, el Budismo Chino, conocido como Chen-Yen, y el Budismo Japonés. En este caso, los mudras, junto a los mandalas, los mantras y las asanas, se utilizaban para los Tres Misterios –espíritu, habla y cuerpo– que servían para armonizar y ayudar a conseguir la iluminación.
Y lo que tenía ante mis ojos era un auténtico desafío. ¿Cómo era posible que los antiguos mayas conocieran y practicaran técnicas meditativas propias de otras latitudes? ¿Alguien había fijado su atención en estas similitudes?
En efecto, el especialista Shao Pang-Hua constató cómo muchos frescos y frisos mesoamericanos reproducían muy a menudo posiciones yóguicas estándar. La posición del loto o padmasana, por ejemplo, ha sido hallada con frecuencia, y también el lalitasana o postura relajada y llena de gracia, así como mudras –gestos– en manos y pies. Eso sólo podía evidenciar una cosa; que los mayas establecieron algún tipo de contacto con viajeros de otros continentes antes del descubrimiento de América. Eso sostiene, entre otros, Alice B. Kehoe, del Departamento de Antropología de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee en un trabajo titulado The Fringe of American Archaeology: Transoceanic and Transcontinental Contacts in Prehistoric America. Kehoe advierte de las semejanzas culturales, juegos, tecnologías e, incluso, entre las pirámides escalonadas mayas y estructuras similares del Sudeste Asiático, sobre todo de Camboya. La pirámide de los nichos, en Tajín, estado de Veracruz, en México, es sorprendentemente similar a los templos camboyanos y lo mismo ocurre al comparar Teotihuacán, también en el país azteca, con el Palacio.
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