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sábado, 28 de mayo de 2011

EL PROBLEMA DIFÍCIL DE LA CONCIENCIA


Stuart Hameroff

La complejidad neuronal no explica la conciencia

Se trata de un concepto acuñado por el filósofo de la mente David Chalmers y que tiene que ver con esta pregunta ¿Cómo es posible que el cerebro que sólo procesa señales eléctricas o químicas de lugar a una experiencia subjetiva consciente?

En el cerebro existen otros problemas “fáciles” que son a juicio de los neurocientificos computables, la cognición, la emoción, la memoria, la conducta, etc. son problemas que a la larga acabarán conociéndose dado que son problemas que pueden ser comprendidos y planteados de forma algorítmica. Todos los científicos están persuadidos de que en un momento determinado nuestro conocimiento del cerebro y de su conectividad terminará por hacer visibles la mayor parte de estos problemas que son -en la jerga clásica- computables.

¿Sucederá lo mismo con el problema difícil de la conciencia?

La comunidad científica está dividida en esta cuestión, por una parte se encuentran los que piensan- Dente entre ellos- que en la conciencia no hay ningún problema difícil y que la emergencia de la conciencia puede explicarse a través de la propia complejidad del sistema de conectividad sináptica como sostiene por ejemplo Gerald Edelman. Dicho de una forma más clara: la conciencia seria un epifenómeno de dicha complejidad, no hay nada más y es inútil buscar ese algo más.

Por otra parte están los que creen que la conciencia humana no es una complejidad cualquiera como la mancha roja de Júpiter o la humedad del agua, sino que es una complejidad con características especiales: la de ser autorreferente y autoexplicativo, son los que sostienen que tiene algo más que no puede ser explicado en términos de computación por más compleja que esta sea. Entre ellos Roger Penrose y el propio Chalmers representan a esta minoría de neurocientificos que postulan que la conciencia humana tiene ciertas prestaciones que no pueden explicarse sólo a través de la IA (inteligencia articifical) fuerte. Ejemplos de esta prestación son la comprensión, la intuición, la creatividad o el sentido común de las que ya hablé en este post dedicado a la obra maestra de Roger Penrose “La nueva mente del emperador”.

Stuart Hameroff es un médico anestesiólogo que observó desde su experiencia clínica que los agentes anestésicos por él empleados pertenecían a familias químicas muy diferentes y diversas y comenzó a preguntarse si estos agentes tendrían algo en común que no fuera químico: su hipótesis es que estos agentes que disipaban la conciencia (incluso en organismos unicelulares) podían tener otro mecanismo de acción distinto al químico que explicara sus efectos anestésicos, postuló que estos efectos estarían relacionados con modificaciones en la coherencia cuántica Junto con Roger Penrose elaboró una teoría para explicar “el problema difícil de la conciencia”, conocida como hipótesis Penrose-Hameroff que ha sido violentamente contestada por todos los flancos de las neurociencias.

 Estructura de los microtúbulos

Una teoría cuántica: según ellos el cerebro humano posee un tramo de computación en términos de mecánica clásica y otro tramo de computación cuántica. La idea de que en el cerebro debería existir cierta computación cuántica procede de Penrose. Hameroff es un anestesiólogo que proporcionó a Penrose un posible sustrato de esta computación cuántica y que situó en  los microtúbulos celulares (estructuras esqueléticas celulares) que según él operarían como pequeños computadores cuánticos.

La idea por la que Hameroff pretende explicar el problema difícil de la conciencia es más o menos ésta.

La conciencia o quizá algo protoconsciente es fundamental en el universo, es parte de nuestra realidad como el movimiento de rotación, la masa o la carga eléctrica, es decir cierta propiedad física de la que sólo podemos decir “está ahí”. La conciencia es una de estas propiedades, un punto de vista que comparte con Chalmers que piensa que la conciencia conlleva algo intrínseco al universo.

Penrose y Hameroff piensan que los qualia deben existir en el nivel fundamental del universo, en el nivel de realidad más bajo que existe en términos de la escala de Planck: aquel nivel donde el espacio-tiempo ya no es continuo sino cuántico. Al  descender a ese nivel el espacio-tiempo se convierte en una granularidad -un totum revolutum- y este es el nivel fundamental. Es aquí donde Penrose y Hameroff suponen que existen los qualia como patrones de esta granularidad fundamental de la geometría del espacio-tiempo.

Nuestras mentes son intrínsecamente distintas a los ordenadores clásicos y parecen procesar la información más bien en un estilo  Sherlock Homes no a través de decisiones binarias sino siguiendo pistas oscuras y sutiles. Penrose descubrió que la única fuente en el universo que podía trajinar con esta forma de energía no computable es el tipo particular de colapso de función de onda debido a la gravedad cuántica en la escala fundamental de Planck. No sólo se relaciona con los qualia sino que también conlleva un factor no algorítmico que distingue nuestras decisiones de las de los computadores, de modo que concluyó – aun sin conocer los trabajos sobre microtúbulos de Hameroff- que en el cerebro debería darse algún tipo de computación cuántica que no podía estar en los nervios ni en las neuronas.

De lo cual se desprende que existe un factor “platónico”, un factor de qualia no computable presente en cada tipo de elección y en cada experiencia mental.

El libre albedrío es precisamente la experiencia psíquica subjetiva que combina ambos tipos de procesamiento -el cuántico con el clásico- y que sólo puede explicarse a partir de este doble procesamiento. Los sueños son otro de los escenarios donde podemos contemplar el procesamiento cuántico directamente y donde aquella granularidad donde todos los eventos parecen encontrarse agrupados vuelve a manifestarse. En el sueño es el entorno donde el colapso de función de onda puede observarse directamente: soñamos para que lo cuántico se manifieste directamente, los sueños son información cuántica, el modo en que la granularidad se manifiesta.
Cuando se pierde la coherencia cuántica en los microtúbulos como en un paro cardiaco o cuando nos morimos, la información cuantica de la escala de Planck se disipa y se filtra en el universo como un todo, pero la información cuantica que estaba en nuestras mentes no se pierde del todo sino que queda suspendida en el entrelazamiento cuántico. Al estar en superoposición cuántica y no experimentar una reducción o colapso, queda en un estado parecido al sueño y como el universo en la escala de Planck es no local existe holográfica e indefinidamente.

Tal vez esto sea el alma según la propuesta de Hameroff.









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