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domingo, 11 de noviembre de 2012

LOS FÁRMACOS SON AHORA LA OPCIÓN PARA RESOLVER LOS PROBLEMAS DE APRENDIZAJE




CANTON, Georgia – Cuando el doctor Michael Anderson se entera que sus pacientes de familias de bajos ingresos batallan en la escuela primaria, normalmente les da una probada de un medicamento potente: Adderall.

Las píldoras estimulan la concentración y el control de impulsos en niños que padecen trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Aunque el TDAH es el diagnóstico que hace Anderson, dice que el trastorno es “inventado” y “una excusa” para recetar las pastillas para tratar lo que considera la verdadera enfermedad de los niños: bajo rendimiento académico en escuelas inadecuadas.

“No tengo muchas opciones”, dijo en una entrevista Anderson, un pediatra para muchas familias pobres en el condado Cherokee, en el norte de Atlanta. “Como sociedad decidimos que es demasiado caro modificar el entorno de los chicos. Así es que tenemos que modificar al niño”.

Anderson es uno de los partidarios más francos de una idea que está generando interés entre algunos médicos. Recetan estimulantes a los alumnos en apuros en las escuelas a las que les falta dinero extra, no necesariamente para tratar el TDAH, sino para impulsar el desempeño académico.

Aún no está claro si Anderson es representativo de una tendencia en ampliación. Sin embargo, algunos expertos notan que mientras los estudiantes adinerados abusan de los estimulantes para aumentar calificaciones que ya son buenas en universidades y bachilleratos, se están utilizando las medicinas en niños de primaria de familias de bajos ingresos que sacan calificaciones reprobatorias y cuyos padres están ansiosos por verlos triunfar.

“Nosotros, como sociedad, hemos estado dispuestos a invertir en intervenciones no farmacéuticas muy efectivas para estos niños y sus familias”, dijo Ramesh Raghavan, un investigador en servicios de salud mental infantil en la Universidad de Washington en San Luis y experto en el uso de medicamentos controlados en niños de bajos ingresos. “De hecho, estamos forzando a los psiquiatras de las comunidades locales a usar la única herramienta a su disposición, que son los medicamentos psicotrópicos”.

La doctora Nancy Rappaport, una psiquiatra infantil en Cambridge, Massachusetts, quien trabaja principalmente con niños de muy bajos ingresos y sus escuelas, agregó: “Cada vez vemos más esto. Estamos usando una camisa de fuerza química en lugar de hacer cosas que también es igual de importante hacerlas, en ocasiones hasta más”.

La motivación de Anderson, dijo, es la de un “pensador de la justicia social”, quien está “igualando los platillos de la balanza un poquito”. Comentó que los niños a los que atiende que presentan problemas académicos esencialmente son “incompatibles con su entorno”, la estaca cuadrada que no encaja en el agujero redondo de la educación pública. Debido a que es raro que la familia pueda pagar terapias basadas en la conducta, como clases particulares y terapia de familia, dijo, los medicamentos se convierten en la forma más confiable y pragmática para reorientar a los alumnos hacia el éxito.

“A los niños que sacan A y B, no se las pongo”, dijo. A algunos padres, las pastillas les brindan gran alivio. Jacqueline Williams dijo que no puede agradecer suficiente a Anderson por diagnosticar el TDAH en sus hijos – Eric de 15 años, Chekiara de 14 y Shamya de 11 – y recetarles a los tres Concerta, un estimulante de acción prolongada. Contó que cada uno tenía problemas para escuchar instrucciones y concentrarse en el trabajo escolar.

“Mis hijos no querían tomarlo, pero les dije: 'Estas son sus calificaciones cuando las toman, éstas cuando no’, y entendieron”, dijo Williams, y notó que Medicaid cubre casi cada centavo del médico y las recetas.


 Algunos expertos ven poco daño en un médico responsable que usa Ritalin o algún otro fármaco parecido para ayudar a un alumno en apuros. Otros – incluso entre los muchos como Rappaport que elogian el uso de estimulantes como tratamiento para el clásico TDAH – temen que los doctores estén exponiendo a los niños a injustificados riesgos físicos y psicológicos. Se han reportado efectos secundarios de las drogas que incluyen supresión del crecimiento, aumento en la presión sanguínea y, en raras ocasiones, episodios psicóticos.

Según los lineamientos publicados el año pasado por la Academia Estadounidense de Pediatría, los médicos deberían usar una de varias escalas para calificar el comportamiento, algunas de las cuales presentan docenas de categorías para asegurar que el niño no sólo cumpla con los criterios del TDAH, sino que no presente alguna afección relacionada, como dislexia o trastorno oposicionista desafiante, en el cual el enojo intenso se dirige hacia las figuras de autoridad. No obstante, en un estudio de 2010 publicado en la revista Journal of Attention Disorders se indica que al menos 20 por ciento de los doctores dijo que no sigue ese protocolo cuando diagnostican el TDAH, y muchos de ellos siguen su instinto personal.

En el estante en la cocina de la familia Rocafort en Ball Ground, Georgia, junto a la mantequilla de cacahuate y el caldo de pollo, hay una canasta de metal rebosante de frascos de las medicinas de los niños, recetadas por Anderson: Adderall para Alexis de 12 años e Ethan de nueve; Risperdal (un antipsicótico para estabilizar el estado de ánimo) para Quintn y Perry, ambos de 11, y Clonidine (una ayuda para dormir al contrarrestar los demás medicamentos) para los cuatro, el que toman por las noches.

Quintn empezó a tomar el Adderall para el TDAH hace como cinco años, cuando su comportamiento escolar revoltoso llevó a llamadas a la casa y suspensiones dentro de la escuela. Se calmó inmediatamente y se convirtió en un alumno más serio y atento, un poco más como Perry, quien también tomaba Adderall para el TDAH.

Cuando empezó la vorágine química de la pubertad alrededor de los 10 años, no obstante, Quintn se peleó en la escuela porque, dijo, otros niños insultaban a su madre. El problema era que no pasó así; Quintn veía personas y escuchaba voces que no estaban ahí, un efecto secundario reconocido, aunque raro, del Adderall.

Después de que Quintn admitió ser suicida, Anderson recetó una semana en un hospital psiquiátrico local, y el cambio a Risperdal.

Al contar todo esto, los Rocafort llamaron a Quintn a la cocina y le pidieron que describiera por qué le habían dado el Adderall.

“Para ayudarme a concentrarme en mi trabajo escolar, mi tarea, escuchar a mamá y papá, y no hacerles a mis maestros lo que solía hacerles, hacerlos enojar”, contó.

A pesar de las experiencias de Quintn con el Adderall, los Rocafort decidieron usarlo con su hija Alexis y su hijo Ethan. Estos niños no padecen el TDAH, dijeron los padres. El Adderall es sólo para ayudarlos con las calificaciones, y porque Alexis era, en palabras de su padre: “un poco depre”.

“Hemos visto los dos lados del espectro: hemos visto lo positivo, hemos visto lo negativo”, dijo el padre, Rocky Rocafort. Al reconocer que Alexis usa el Adderall por razones “cosméticas”, agregó: “Si se sienten positivos, felices, socializan más y los ayuda, ¿por qué no lo harías? ¿Por qué no?”.

Anderson dijo que cada niño al que trata con medicamentos para el TDAH llenó ciertos requisitos. Sin embargo, también clama contra esos criterios al decir que se codificaron sólo para “hacer que algo completamente subjetivo parezca objetivo”. Agregó que los reportes de los maestros llegan invariablemente con la mención de comportamientos que garantizarían un diagnóstico, una decisión que calificó de más económica que médica.

“La escuela dijo que si tuviera otras ideas las haría”, dijo Anderson. “Pero las otras ideas cuestan dinero y recursos en comparación con las medicinas”.

Anderson mencionó que trata a menudo con la escuela primaria William G. Hasty en Canton. Izell McGruder, la directora de la escuela, no respondió a varios mensajes en los que se buscaban sus comentarios.

Varios educadores contactados para este artículo consideraron al tema del TDAH tan polémico – se usó incorrectamente el diagnóstico en algunos momentos, dijeron, pero para muchos niños es una discapacidad grave en el aprendizaje – que declinaron hacer comentarios. El superintendente de un importante distrito escolar de California, quien habló a condición de guardar el anonimato, notó que las proporciones de diagnósticos de TDAH aumentaron tan drásticamente como se han reducido los fondos escolares.

“Da miedo pensar en que hemos llegado a esto; el cómo no financiar la educación pública para satisfacer las necesidades de todos los chicos ha llevado a esto”, señaló el superintendente, refiriéndose al uso de estimulantes en niños que no padecen el clásico TDAH. “No sé pero podría estar pasando justo aquí. Quizá no tan intencionadamente, pero podría ser una consecuencia de que un doctor ve que un chico reprueba en una clase abarrotada con otros 42 niños y a los padres frustrados que preguntan que qué pueden hacer. El doctor dice: 'Quizá es TDAH, vamos a probar’”.

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