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viernes, 18 de junio de 2010

LOS SECRETOS DE LA MENTE


¿Qué es la mente? Recordar, Amar, Imaginar… sabemos que la actividad mental tiene su base en el cerebro, pero ¿Cómo se produce? El simple estudio de las neuronas no es suficiente para responder a esta pregunta. Pienso, pero ¿Por qué?

Neurólogos, sicólogos y filósofos han unido sus fuerzas para comprender algo más sobre los oscuros mecanismos que convierten la actividad bioquímica de las neuronas en intangibles experiencias subjetivas, emociones, recuerdos y pensamientos.


Es cierto que hoy sabemos más que nunca sobre el funcionamiento del cerebro humano. Sin embargo, todavía estamos muy lejos de comprender que es eso que llamamos mente.

Los estudios sobre la mente se dividen en dos aproximaciones: por un lado, la de los que opinan que toda experiencia consiente tiene sus reflejos en la actividad física del cerebro. Por otro la de los que creen que existe “algo” inmaterial en nuestro pensamiento que no puede ser reducido a leyes bioquímicas.



La actividad de las neuronas puede explicarlo todo

Aunque, el cerebro no es la causa de la mente porque ambos son cosas distintas. Hay un solo sistema: Cerebro/Mente que se ha de estudiar en dos lenguajes distintos; el neurológico y el psicológico.

De ningún modo podemos entender la conciencia como algo privativo de las neuronas, porque estas no son más que el sustrato que procesa, codifica y almacena los contenidos de la mente.

Por eso, el pensamiento conciente no es, hoy, explicable desde una perspectiva biológica. Los sicólogos de la escuela Gestalt, la inteligencia humana y la conciencia son mucho más que la suma de los componentes bioquímicas que la hacen posible.

Francis Crick, el famoso co-descubridor de las estructuras del ADN, quien opina que la conciencia no es más que el resultado del trabajo de las neuronas organizadas.


 La búsqueda debe continuar localizando zonas cerebrales en las que, al producirse sutiles cambios de la actividad neuronal, se provocan modificaciones en la percepción de la realidad. Para ello, los científicos como Crick echan mano de las ilusiones ópticas: esas imágenes fijas en las que podemos ver dos figuras a la vez como algunos cuadros de Dalí o las famosas imágenes de puntos caóticos en las que aparece, tras unos segundos de atención, una figura tridimensional.

Crick opina que sí, solo basta encontrar los patrones por los que estas neuronas implicadas en la visión se alían con otras encargadas de la memoria, la intuición o del movimiento.

Los futuros avances en la observación del cerebro permitirán, según Ramón Cacabelos, cartografiar por neuroimagen funcional la actividad cognitiva del cerebro e incluso; “identificaran los genes relacionados con los procesos de la memoria y del aprendizaje”.

Frente a esta visión neurológica, otros científicos prefieren estudiar el fenómeno desde la física. Roger Penrose, propuso que la mente solo puede ser explicada si se utilizan las leyes de la mecánica cuántica. Los procesos cuánticos tienen lugar sin la relación; causa-efecto algo que podría ser aplicado a los fenómenos mentales regidos por la espontaneidad. Penrose  también cree que la mente humana hace cosas que jamás podrían ser reproducidas por las maquinas: “comprender es una cualidad que no puede ser computada”.

El problema es que la física cuántica solo funciona a nivel atómico y subatómico y en lapsus de tiempo de microsegundos, demasiado pequeños para explicar los complejos procesos mentales. Por eso Penrose propone la existencia de unos microtúbulos compuestos por una proteína llamada tubulina que yacen en el interior de las células y amplifican los fenómenos cuánticos a nivel neuronal.



Pensamos gracias a la física cuántica

El principio de incertidumbre de la física cuántica mantiene que no podemos conocer la posición fija en el espacio ni el tiempo de una partícula hasta que no percibimos su huella en otra. Hasta entonces, puede estar virtualmente en cualquier lugar. Según Penrose cada vez que las moléculas de proteínas “adquieren” de golpe una posición dentro de los microtúbulos, es decir resuelven su incertidumbre, aparece una experiencia consciente. La visión de una flor o el sonido de un barco pueden ser la fuente perceptiva capaz de activar este fenómeno.

Esta complicada idea no convence a los neurólogos pero cuenta entre las más originales jamás aportadas al conocimiento de la mente.

Dennet cree que la conciencia no se encuentra en un lugar en especial del cerebro, ni es el efecto de un misteriosos proceso físico. –Continua diciendo- Nuestro cerebro es una especie de maquina que fabrica teorías sobre el mundo que nos rodea. “La experiencia conciente –dice Dennet- surge de la organización de estas teorías que compiten entre si hasta que una gana la carrera”.

Ya sean las neuronas de Crick, los microtúbulos de Penrose o las entidades fisiológicas de Dennet arrojan tantas dudas como las aproximaciones místicas.

La Piedra de Rosetta todavía no ha sido descubierta: es imposible, hoy por hoy, traducir la ingente cantidad de conocimientos que poseemos sobre el funcionamiento del cerebro a las leyes aplicables a nuestra actividad psicológica. Por eso, sicólogos, neurólogos y filósofos caminan por derroteros distintos. Y, a lo mejor, sus destinos nunca confluirán.

¿Cabe la mente en el cerebro?

En los años 70’, Kurt Gondel anticipó que en el cerebro no hay suficientes neuronas para albergar todas las operaciones observables de la conciencia y la experiencia subjetiva. Hoy sabemos que existe entre 1011 y 1012 células nerviosas y muchas más sinapsis (conexiones entre ellas). ¿Tendrán cabida entonces todas las operaciones de la mente entre ese extenso material?



  


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