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sábado, 8 de octubre de 2011

EL CEREBRO DE ALBERT EINSTEIN



El 18 de abril de 1955 fallecía en Princeton (EE.UU.) el más genial científico del siglo XX: Albert Einstein. Su cuerpo no fue totalmente incinerado como dejó escrito, ya que se preservó su cerebro con fines científicos. Hoy, más de 44 años después, investigadores de Canadá presentan evidencias de que el cerebro de Einstein era más ancho de lo normal. Además constatan otras características peculiares que explicarían su privilegiada mente.

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Este hallazgo está precedido por una rocambolesca historia, envuelta en un halo de misterio. A mediados de la década de los 70, un redactor de la revista regional «New Jersey Monthly» descubrió que el cerebro de Einstein no fue incinerado, sino que fue extraído y preservado por Thomas S. Harvey, que trabajaba como patólogo en el hospital de Princeton. Este especialista seccionó gran parte del cerebro del genial físico en doscientas láminas, con excepción del cerebelo y algunas partes del córtex. Su intención era estudiar este órgano para descifrar las claves biológicas de la mente más brillante de este siglo.

En 1985, Harvey publicó en «Experimental Neurology» un estudio, cuya metodología y resultados fueron entonces muy discutidos. En ese trabajo se aseguraba que el cerebro del físico y matemático de origen alemán (Ulm, 1879) tenía porcentualmente un mayor número de células de la glía cerebral que neuronas. El patólogo de Princeton interpretó estos datos en el sentido de que el cerebro de Einstein consumía más energía, lo que podría explicar sus extraordinarias capacidades cognitivas.

Once años después, la misma revista científica insertaba un trabajo del profesor Terence Hines, en el que se afirmaba que este cerebro pesaba sólo 1.230 gramos, es decir 170 gramos menos que el de la media de los varones adultos. Sin embargo, la densidad de neuronas parecía mayor en la corteza cerebral, de tamaño menor que el normal.

Pero ninguno de estos trabajos, por diversos motivos de metodología científica, han sido plenamente aceptados. Hoy, «The Lancet» publica el primer estudio riguroso donde se describe la anatomía del cerebro del autor de la Teoría de la Relatividad. La investigación estuvo dirigida por la profesora Sandra Witelson, del Departamento de Psiquiatría y Neurociencias del Comportamiento, de la Universidad McMaster, en Ontario (Canadá).

Esta científica explicó a ABC que pudo llevar a cabo su trabajo con numerosas fotografías tomadas por Harvey, así como con diversos fragmentos del cerebro que le envió este patólogo de Princeton. Las mediciones anatómicas efectuadas fueron comparadas con las de los cerebros de treinta y cinco hombres y cincuenta mujeres que habían tenido una inteligencia normal. «En el estudio -añadió a este periódico- contamos con la ventaja de disponer de un grupo amplio de control, ya que desde hace veinte años la Universidad McMaster tiene un “banco de cerebros” que no están afectados por ningún tipo de patologías. El objetivo de nuestro grupo es estudiar las relaciones existentes entre la anatomía de las estructuras de este órgano con las distintas funciones cognitivas».


Las investigaciones revelaron que el cerebro de Einstein era similar al de estas 85 personas, cuya media de edad era similar a la del genial físico en el momento de su fallecimiento. Sin embargo, este equipo detectó una peculiaridad importante: la región inferior parietal de Einstein era más amplia. Y debido al desarrollo extensivo de esa estructura en ambos lados, su cerebro era un 15 por ciento más ancho que el de los individuos estudiados.

Esta región del cerebro -según Witelson- es de gran importancia, ya que controla el pensamiento matemático y la capacidad cognitiva visual-espacial. Este rasgo explicaría la peculiar forma con que Einstein abordaba los problemas científicos.
Además, el cerebro de Albert Einstein carece, a diferencia del resto, de un surco que atraviesa toda esa área. Los científicos canadienses especulan que este fenómeno habría permitido en esa área una mayor concentración de neuronas, que establecerían conexiones entre sí de forma más sencilla, posiblemente creando un córtex altamente integrado y expansivo. «Esta podría ser la clave del tipo de pensamiento en el que Einstein era un maestro», señala Witelson.

La investigadora canadiense añadió a ABC que «no podemos afirmar con rotundidad si estas características observadas son la base de su genialidad científica. Será necesario realizar más estudios, para comparar estas estructuras con las existentes en cerebros con una inteligencia similar a la de Einstein. La pregunta clave es si estas peculiaridades anatómicas y ese genial pensamiento matemático es innato o adquirido. Claramente, los estímulos del entorno son importantes, pero el estudio prueba que la anatomía cerebral también lo es», matizó Sandra Witelson.

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